La constitución republicana de Roma es reemplazada por una Monarquía Absoluta. La ley otorgaba al emperador el derecho de hacer todo lo que juzgaba útil para el bien del Estado; es decir, el poder absoluto.
El rey reúne en sus manos todos los poderes tanto humanos y religiosos.
La costumbre es siempre una fuente activa del derecho no escrito.
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